Eusebio Mayalde,
se queda la tradición
La boina calada,
Eusebio Martín nos espera, el cigarro en la boquilla hecha con un
hueso de liebre, a la usanza de los pastores. No se la quita, cuenta,
en memoria de los hombres de la España vaciada que se hartaron de
engurruñarla al descubrirse ante el patrón. Esos hombres, esas
mujeres que habitaron la Salamanca vaciada y que le contaron y le
cantaron a Eusebio y a Pilar, todo su saber. Los cantes y los bailes
que el abuelo le enseñó al prodigioso Zaniki de la película de
Gabriel Velázquez. Porque la tradición es la obligación de contar
al siguiente lo que te han contado. Contar cómo se habla a una
encina, cómo se hace música con platos y cucharas. Botos camperos
hundidos en la raíz de su tierra, Eusebio Mayalde tiene la quieta
dignidad, sobria, fina de retranca, de la auténtica nobleza charra.
Charo Alonso:
Ha sido grande el anuncio de Correos de la España vaciada.
Eusebio Mayalde:
La verdad es que ha saltado ahí una chispa para los medios de
comunicación. En la presentación de Madrid estaban prácticamente
todos y de repente todos eran de pueblo y decían que les encantaría
vivir en un pueblo. Pero España se lleva vaciando, por lo menos en
esta parte nuestra, media vida.
Ch.A.: ¿Y
cómo revertimos eso?
E.M.: La cosa
es complicada, por varias razones: una, porque cuando éramos niños,
nuestros padres tenían de cinco hijos para arriba. La iglesia seguía
diciendo que había que tener hijos para el cielo. Eso le venía de
puta madre a los ricos, porque cuando los pobres tienen hijos que no
pueden alimentar, son mano de obra barata. Te puedo poner miles de
cintas que nosotros hemos grabado donde te dice la gente que lo han
pasado muy mal, y esa es una de las razones de su arte, porque cuando
no hay para comer, se canta, pero se canta casi como alimento, para
distraer el hambre. Gente que vivía en condiciones infrahumanas
hasta no hace mucho, los cabreros, con nueve años, que no iban a
escuela y que estaban ahí solo por el alimento.
Ch.A.: Era la
pobreza secular del campo.
E.M.: Aquí
en Salamanca sabemos mucho de eso que se llama la “de-hesa”, que
es “la-defensa” y el ejemplo es que si una dehesa puede alimentar
trescientas vacas y metes quinientas, pues todas pasan hambre. La
gente, antes de pasar más hambre, empezó a marcharse a principios
del siglo XX a América. A mediados marchó a Suiza, Francia,
Alemania, y después al País Vasco, Cataluña, donde había trabajo,
con lo cual el campo se ha ido vaciando, y además, lógicamente,
porque un tractor hace el trabajo de 200 personas. Han sido
muchísimos los factores que han intervenido en que se vaciara.
Ch.A.: ¿Y
ahora qué hacemos?
E.M.: Pues si
tuviera la solución sería la leche, sería a lo mejor el presidente
del gobierno. Se lo decía a un periodista, es bueno que esto nos
sirva para reflexionar, coño, si todos venimos del pueblo. Mi
generación ha sido la primera que, gracias a los seminarios, pudo
estudiar, pero nadie volvió. Fue la primera vez que el hijo de un
cabrero podía ser médico, y el mensaje subliminal es que cuando
eres médico para qué coño vas a volver.
Ch.A.: Pero
volvemos, comprando la segunda residencia.
E.M.: Claro,
yo le decía: “Tú solo cuenta la gente que sale de Madrid o de
Barcelona los fines de semana, que vuelve a la tierra, a lo mejor no
a su tierra, pero vuelve a la tierra, que quiere llevar a los niños
a ver un gallinero, a mear debajo un pino o a comerse unas alubias
con chorizo”. Estamos con la preocupación por el clima, que
estamos acojonaos pero no hacemos nada por cambiarlo. Que las
ciudades serán irrespirables, entonces ¿Para qué coño quieres
ganar tres mil euros en Madrid si no puedes respirar? ¡Si tus hijos
tienen problemas de bronquios! ¡Si no puedes cantar una canción de
cuna a tu hijo porque llegas reventao a casa! Vivimos en una
apisonadora que nos está machacando y alguien tiene que reaccionar.
Ch.A.:
Vosotros, los Mayalde, en cierto modo habéis reaccionado.
E.M.:
Nosotros tenemos la suerte de poder vivir de lo que te gusta y vivir
donde te gusta y tener la posibilidad de ver a nuestros hijos y
nietos. Vivimos aquí porque apostamos por vivir aquí. También es
verdad que vivir a cinco kilómetros de Salamanca y que se mantengan
servicios es muy importante, no quiero hacerme el chulito. ¡Nos
hemos quedado aquí porque somos la hostia y me encanta lo rural! Que
es verdad, pero es que aquí hay posibilidades, posiblemente no las
mismas que en Villarino o Pereña.
Ch.A.: Que la
administración ponga médico, escuela, autobús a todos.
E.M.: Mira,
en Aldeatejada, todas las mañanas ves los coches con el padre o la
madre con su niño. Porque al niño hay que llevarlo a Maristas, a
Santa Catalina… ¿Qué ha pasado cuando gente de la edad de mi hijo
se ha dado cuenta de que la pandilla se hace en la escuela? Que de
pronto deciden todos juntos llevar a los niños a la escuela, y
¿sabes qué ha pasado? Que el ayuntamiento se ha planteado hacer un
colegio, es como el restaurante que tiene clientes, amplía. Pero no
es lo mismo vivir en Aldeatejada que en Pereña. La administración
en estas cosas siempre habla de rentabilidad y hay cosas en las que
no hay que mirar la rentabilidad, es decir, si tú pagas los mismos
impuestos en Pereña, Aldeatejada, tú deberías tener derecho a los
mismos servicios.
Carmen Borrego:
Tienes hijos, necesidad y la administración responde.
E.M.:
Llevamos años pidiendo un colegio, no se hace el colegio porque no
hay niños, haz el colegio y la gente, en vez de llevarlos a
Salamanca, los trae aquí. Lo que demuestra que las revoluciones
siguen viniendo desde abajo, no pretendamos que las revoluciones
vengan desde arriba, al que tiene seis mil euros de sueldo más
dietas, le preocupa seguir manteniendo su estatus, ese no va a hacer
revoluciones.
Ch.A.:
Virgencita que me quede como estoy…
E.M.: El
problema de las revoluciones es que las hace la gente y en algunos
pueblos ya no hay gente, y la gente que hay tiene de ochenta años
para arriba. Esa es una edad jodida para hacer revoluciones, porque
estás cojo, o con el sintrom. Esos hicieron la revolución en su
día. ¿Quién está reivindicando las pensiones? Esa gente de
Bilbao, con setenta y pico años, que tienen mil y pico euros de
pensión, que se podían quedar en su casa de puta madre tan
tranquilos y vienen a reivindicar las pensiones de sus hijos y de sus
nietos. Pero vamos a ver, todo lo que consiguieron hace muchos años
los trabajadores, parecía que la siguiente generación, que les
hemos criado un poco en mantillas, no lo necesitaban reivindicar.
Ch.A.:
Pensábamos que no caducaba.
E.M.:
Mentira, se inventan una crisis y se va a tomar por culo la sanidad,
el salario mínimo, etc. etc. Los pobres tenemos que estar en la
calle siempre reivindicando esas migajas que son a las que tenemos
derecho, lógicamente. En el momento en que una generación no sale a
la calle, pasa lo que ha pasado, que hay gente magnífica que levanta
el Clínico para arriba porque es un estupendo gestor, pero de pronto
nombran a alguien y le dicen, cárgatelo, y se lo carga. En el
momento en que el pueblo se relaja, pues pierde cosas, no pierde
cosas, se las quitan.
Ch.A.:
Eusebio, dedícate a la política.
E.M.: Yo
estuve de concejal aquí en el pueblo y casi me cuesta el matrimonio
porque me traía los problemas a la cama, a Eusebio Mayalde la mesa,
al salón. En el fondo esto es como una familia, lo primero que tiene
que hacer un padre o una madre es que todos sus hijos coman, tengan
un techo, luego ya con lo que sobre nos compramos una televisión
grandísima. Ahora, de ocho hijos que tenemos, cinco viven de puta
madre, hablo ya del país. Mirad, si yo fuera el presidente del
gobierno yo no dormiría, como este que decía que no dormía por no
sé qué, yo no dormiría si voy por una calle de Madrid y hay un tío
durmiendo entre cartones, porque soy el padre de familia de esta
nación, joder. Y no solo eso, es que tengo mucha gente a mi
alrededor encargada. No sé a quién he oído decir que este es el
mundo no de los líderes, sino de los asesores. Yo cuando era
concejal, si a un muchacho le quedaban nueve asignaturas, iba a su
casa a ver qué pasaba
Ch.A.: Te voy
a llevar a mi instituto para que hables con unos cuantos.
E.M.: ¿Tú
no harías eso? ¿Para qué coños eres concejal de cultura si no te
preocupa eso? Me preocupa ese chico como si fuera mi hijo. Nos dirige
la mediocridad, y la mediocridad no quiere un pueblo culto. A
cualquiera de estos políticos, un albañil, un pastor, les podía
levantar la mano y decirles “Oiga, yo creo que usted no está
haciendo lo que debe”. Eso jode, eh, eso jode, pero como no se lo
dice nadie... Los votos no dan la razón, los votos te permiten
gobernar. Eso sumado a que los padres han delegado la educación de
sus hijos en los maestros, y no, no, el niño tiene que venir “lavao,
desayunao y educao” de casa. Pero como nos hemos metido en la
vorágine de comprar un chalé así cuando así nos valía… Nadie
tiene tiempo de educar a sus hijos así que, a sus niños, que los
eduque el maestro.
Ch.A.: En las
ciudades los padres ni ven a los niños. ¿En el pueblo también?
E.M.: No hay
tiempo, Charo, que yo vengo hoy de La Maya… Mira, me he estado
tomando unos vinos y siempre sondeas. La Maya se va, dentro de poco
no hay ni pueblo, pero los cuatro agricultores que quedan se han
metido en tractores tan inmensamente grandes… Mi padre dio de comer
a seis hijos con cinco hectáreas, estos con cien hectáreas un tío
solo casi no vive porque tiene que pagar un tractor que vale no sé
cuántos miles de millones, nos ha comido la jodía avaricia y
resulta que en los pueblos no tenemos tiempo para nada.
Ch.A.: Así
no arreglamos la España vaciada.
E.M.: Fíjate
en otro detalle del abandono de los pueblos: tú te pones en San
Felices de los Gallegos o en Pereña y miras al otro lado del Duero,
a Portugal y no hay un centímetro cuadrado sin cultivar. Unas viñas
de la hostia, unos olivos, las viñas de sus abuelos. Los colegios
están llenos de vida, tienen unos restaurantes de la hostia. Ahora
mira la parte de acá, todas las viñas, olivos, almendros perdidos,
aquí la gente vendió los derechos de viñedo, que les dan
cuatrocientos euros, y con eso tengo yo para tomarme cañas aquí en
el bar, si no necesito más. Pero si no es que no necesites más,
tío, si es que tú le debes a la tierra lo que la tierra te ha dado
a ti: ¡La vida! ¡Pero si durante generaciones han cuidado ese
olivar y han bailado esos bailes! Ya no te hablo de la espiritualidad
porque ese es otro cantar, para mí cuidar el olivar y la viña es
espiritualidad.
Ch.A.: Eso no
lo ve nadie, Eusebio.
E.M.: Claro,
si a un tío no le hace efecto eso, que es de lo que come, qué le
vas a pedir que siga manteniendo de lo que no come. Y eso es seguir
contando las historias a sus hijos o seguir manteniendo el ritual de
la Rosca o de la Ronda. Se murió la espiritualidad. Y si a un ser
humano le quitas la espiritualidad, somos vacas y tú a una vaca no
le pidas que no venda la viña del abuelo porque es una vaca. Yo digo
muchas veces en el escenario, si dejamos de juntarnos a cantar, esa
vieja religión la más vieja y la más benéfica que conoce el ser
humano, juntarte a cantar con los demás, volvemos a la vaca. Y si tú
sueltas trescientas vacas en la Plaza Mayor de Salamanca y las dejas
allí cuatro horas, cuando las sacas de ahí hay menos mierda que
cuando termina la nochevieja… universitaria… Y la gente se ríe y
aplaude porque las verdades se entienden enseguida.
Ch.A.: ¿No
sale más lista la vaca?
E.M.: Charo,
deja a la vaca. La España vaciada es fruto de muchas cosas que vamos
arrastrando mucho tiempo, pero oye, los que critican a esta
generación de la nochevieja no se dan cuenta de que son nuestros
hijos… y si un perro muerde es culpa del amo. Es que no los hemos
educado bien. Hemos perdido el principio de autoridad y primero, en
la familia.
Ch.A.: La
familia Mayalde ha hecho algo grande con la película y el anuncio.
E.M.: Con la
peli hemos hecho algo atemporal, que seguirá ahí.
Ch.A.: ¿Os
lo merecíais?
E.M.: ¿Lo
qué?
Ch.A.: La
repercusión nacional de vuestro trabajo.
E.M.: Es que
el concepto de merecértelo…. Nosotros hemos sembrao mucho en el
desierto, y en el desierto a veces florecen cosas. No nos podemos
quejar de cómo nos ha ido, cuando empezamos nos llamaron de todo,
hasta de buen plan ¿Dónde van estos con el caldero de su abuelo?
¡Si esto ya está superao, si a la tradición hay que darle una
vuelta de tuerca ya! Nosotros, Pilar y yo, dijimos que íbamos a
seguir manteniendo esto, patrimonio inmaterial, histórico, que por
parte de las administraciones ha tenido muy poca protección. Muy
poca ninguna.
Ch.A.:
Eusebio, y después de tus conciertos echas el sermón…
E.M.: Después
no, yo lo echo durante, antes, durante y después. A mí siempre me
ha preocupado más lo que digo entre canción y canción que la
propia canción, porque el escenario es un púlpito, joder, y cuando
tú tienes un pueblo reunido delante de ti, tienes la obligación de
utilizar ese púlpito. Si vosotros estáis aquí esta tarde es porque
algo os preocupa, joder, ¿o no?
Ch.A.: No,
nos han mandado.
E.M.: Con la
que llevamos liada con el anuncio llaman de Madrid todo el día y eso
es porque nos preocupa todo esto. Cuando se estrenó la película
también.
Ch.A.:
Fantástica película. ¿Cómo lo ve ahora tu nieto Beltrán, Zaniki?
E.M.: A
Beltrán le ha servido para curtirse. Tampoco creas que le ha
afectado mucho. Beltrán sigue haciendo conmigo lo que lleva haciendo
toda la vida, lo mismo que hizo en la peli. En la peli no hay
prácticamente segundas tomas. Yo dije que no las quería porque a mí
me parecen mentiras, yo no soy actor, no soy capaz de falsear una
cosa, si sientes eso en ese momento, lo sientes, en los siguientes
cinco minutos ya sientes otra cosa. Lo hicimos así porque Gabriel en
su cine funciona así. Ch.A.: La película es un
acontecimiento, las instituciones debían tenerlo muy presente.
E.M.: Yo a
mis hijos les dije hace mucho tiempo: “Si en esta profesión
pierdes la dignidad, nos dedicamos a otra cosa, si tenemos que cantar
en la calle La Rúa con un sombrero, cantamos, pero ir por los
despachos, no”. Uno tiene que merecerse su trabajo, no mendigarlo,
y ahí seguimos.
Ch.A.: Me das
un montón de titulares. Oírte es un placer… ¡Escribe un libro!
E.M.: Los
viejos, tengo la cabeza llena de viejos. Los viejos que no sabían
leer y escribir que hemos escuchado hablaban muy bien. Y se
expresaban y gesticulaban muy bien, estaban acostumbrados al teatro
de la cocina. Cómo no sabían leer ni escribir, contaban cosas y las
contaban muy bien. El libro lo tengo en la cabeza. Pero no tengo
tiempo, quiero escribirlo y además, escribirlo a pluma.
Ch.A.: Qué
bonito lo que has dicho, tengo la cabeza llena de viejos. Eusebio, mi
madre cantaba muy bien ¿Por qué ahora la gente no canta?
E.M.: Mira,
decía la tía Pepa la Gorda de Salvatierra que era muy cachonda. La
sepultura que sale en Zaniki donde yo pongo la grabadora es de ella,
y decía: “Hijo, ¿Tú has oído cantar alguna vez a algún rico, a
que no? Los ricos, la mala gente tampoco cantan, solo cantan los
pobres” La última gran jugada de los ricos ha sido hacernos creer
a los pobres que lo éramos, ricos, nos han metido en la cabeza que
con el dinero se puede comprar todo y es mentira. Yo me acuerdo de mi
padre, sabía hacer una puerta, un arado, coger peces, cazar… tú
quítale a un muchacho los mil euros que tiene y no sabe hacer nada,
a lo mejor por eso no cantamos, como tenemos dinero para pagar a
quien nos cante. El ser humano no puede vivir sin historias y no hay
forma más bonita de contar una historia que cantando, porque tiene
melodía, tiene instrumento y tiene la propia base de la historia, el
cuento. Cuando otro te cuenta sus historias, perdiste la de tu
abuelo. Cuando pierdes tu historia la cosa es jodida, ir por la vida
sin raíces es estar expuesto a cualquier ventolera.
CH.A.: Ya me
has dado otra frase.
E.M.: Y tu
tierra, coño, tu rincón, esas cosas que hemos perdido, el olor. Yo
toda mi vida he tenido animales porque sé que los niños que nos
hemos criado en un corral somos menos salvajes con los animales
porque son tuyos: yo he visto llorar a gente matando un cerdo porque
tenía nombre. Alguien que tala un árbol para hacer un jembé, le
pide permiso al bosque y lo ves ahora y dices, joder, qué ternura,
qué sensibilidad… ¡Pero si mi abuela materna decía “Matamos al
Canito”, llorando a lágrima viva! ¿Qué pasa, solo tienen
sensibilidad otros? ¿Solo lo étnico es lo de Irlanda o lo de
Senegal, lo nuestro no es étnico?
Ch.A.: ¿Cómo
guardáis todos los testimonios que habéis grabado?
E.M.: Yo sigo
trabajando con cinta de cassette, con mi grabadora Sony de toda la
vida. Pero ya tenemos muchas cosas digitalizadas. Cuando empezamos,
todavía había gente mayor que se preguntaba: ¿Hay gente que quiere
seguir escuchando esto que yo sé? Y salir su hijo diciendo: “Madre
no le cante usted a estos melenas, no vienen aquí más que a reírse
de usted”. Tienes que ir un día que no esté el hijo para grabar a
la abuela, entonces todavía había tiempo. Mirad, los cuentos de
Popeye o de Grimm te los regalan por Reyes, pero los cuentos de tu
abuelo debían ser lectura obligada. Bueno, no, un cuento es para
contarse, si lo escribes, pierde la voz, pierde el tono, pierde el
gesto… Poder escuchar cuentos en la escuela contados por la gente
de tu pueblo, eso sería la hostia. Y otra cosa, es demencial las
pocas horas de música que hay en la escuela. Yo estudié en el
seminario de Calatrava y teníamos más clases de música que de
religión.
Ch.A.: Eran
listos, a través de la música se llega a Dios.
E.M.: Si,
aquella gente sabía lo que hacía. Allí aprendimos que la música
es el alimento fundamental del alma. Eso hay que enseñarlo, por
suerte, nosotros cada vez hacemos más conciertos didácticos sobre
todo en los alrededores de Madrid, en Móstoles, en Parla.
Ch.A.: ¿No
se asustan cuando te ven con los cuernos, con la quijada?
E.M.: No,
porque eso lo haces al final cuando el ganao está preparao… Mira,
tienes a las diez de la mañana 500 niños, y luego por la tarde, los
padres. Y lo bueno es que antes era el padre el que le decía al
hijo, “Tienes que ir a ver a Mayalde o a quien sea, vas a oír eso
que ya no te sé contar porque llevo muchos años en Madrid”. Y
ahora el niño dice, “Papá, tienes que ir a ver a Mayalde porque
me has contado que el bisabuelo era pastor”.
Ch.A.: Vamos
a llevar el folklore a la escuela.
E.M.: Mira,
hemos hecho para eso la casa de La Maya, “La Y griega”. A
nosotros nos dedicaron la plaza de La Maya, hace quince años, y yo
di las gracias no tanto porque nos la hubieran dado a nosotros, sino
porque se la hubieran quitado al generalísimo Franco. Yo a mi pueblo
le tengo que devolver algo de lo que mi pueblo me ha dado a mí. A mí
mi pueblo me ha dado mi niñez de pueblo de río, de la desnudez, que
no pasa nada, por eso hay un desnudo en la película. Hemos hecho
allí un centro de enseñanza de tradiciones y no sabes lo que es
para mi pueblo, que no quedan más que viejos, entre ellos mi madre,
que llegue un autobús de niños, que hagamos un pasacalles y podamos
hablar de la madre que parió a la música, los primeros intentos que
hicimos los humanos para domesticar los sonidos y luego para
organizarlos, desde la fragua. Luego razonamos todo eso y acabamos
concluyendo que hemos compartido el privilegio de haber nacido en una
de las tierras más ricas del mundo en expresiones musicales, y los
últimos que nos vamos a enterar somos los de Salamanca, eso es de
dolor.
Ch.A.: Yo
quiero ir a esa escuela a veros.
E.M.: Hacemos
cursos de fin de semana para padres e hijos, y primero ponemos vídeos
donde decimos cómo se llaman las señoras que cantan y bailan,
¡luego vamos a ver si con todos nuestros años de conservatorio
somos capaces de llegarles a la suela a estos que tocaron y cantaron
como vivieron! Cuando a los ocho años le daban a la tía Máxima un
cacho tocino y un cacho pan, un pandero cuadrao y veinte cabras, esa
mujer tiene que tocar el pandero de forma distinta a como lo tocas tú
con la panza llena. Esa era su vida, ya no vivimos así, no hace
falta que lo toques así porque tengas que volver a vivir así, pero
esa forma de vivir de ellos produjo unas cotas de calidad musical que
no tiene nada que ver con lo que te enseñan en el conservatorio. Son
dos mundos, el mundo rural, el mundo del analfabetismo, no de la
ignorancia, del analfabetismo y el mundo culto de la escritura. Los
dos mundos pueden enriquecerse si hay respeto.
Ch.A.:
¿Enriquecerse o adaptarse?
E.M.: La
oralidad tiene sus códigos y la partitura, otros. Jamás he visto a
un músico tradicional interpretar a Vivaldi porque no conoce los
códigos y es humilde. Estoy harto de ver músicos de conservatorio
que cogen una canción tradicional y dicen que hay que modernizarla,
¿Y sabes por qué? Porque no saben hacerlo. Todo se puede enriquecer
conociendo los códigos. Di que es una versión Tú haz con el
pandero lo que quieras, pero no digas que estás tocando a la manera
de Peñaparda. Lo que está haciendo Entavía, por ejemplo, pues de
puta madre, son gente joven de conservatorio que hacen su propia
versión, y tienen el valor de decirlo en el escenario. Eso lo hizo
Camarón con el cajón flamenco, lo trajo de Perú, dile tú a un
flamenco que el cajón no es flamenco. Ch.A.: Eres un purista.
E.M.: A mí a
veces me han tachado de talibán por lo del purismo ¿Los talibanes
no son los que han jodido Palmira? Yo estoy haciendo todo lo
contrario. No jodas tío. Talibán serás tú que estás jodiendo las
obras de arte a conciencia para que no haya ninguna referencia
espiritual anterior a ti. Llámame purista o no me llames nada, pero
talibán, no. Tú dile al primer cacereño que llegó con sus ovejas
a Cantabria con su rabelino, “Vamos a ver, aquí se ha tocado toda
la puta vida la pandereta y ese chisme que usted trae ahí aquí no
entra”. Pero cómo que no entra, si somos el país más mestizo del
mundo, si Salamanca es como es por la Vía de la Plata, por toda la
repoblación de Gallegos de Argañán, de Galleguillos, en la
reconquista; arrieros subiendo y bajando, pastores en la
trashumancia, Cáceres al lado, por eso tenemos la música que
tenemos, por el mestizaje. También es verdad que el mestizaje en las
zonas de interior sufrió algo que es muy importante para todo, el
poso del tiempo, aquella cosa que llegó tuvo tiempo de sedimentarse.
Ch.A.: ¿Y
luego qué pasó?
E.M.: Llegó
el gran movimiento del folk, los chicos de pueblo que fuimos a
estudiar aquí lo vivimos, se metió guitarras, ya no era el pandero
y el badil con el que habías visto hacer el baile en tu pueblo, ya
tenías una guitarra y con la referencia de Nuestro Pequeño Mundo,
Jarcha, Aguaviva... Dijimos, vamos a seguir a estos porque lo del
pueblo ya está denostao.
Ch.A.: Fue el
tiempo de vuestro grupo “Tronco Seco”.
E.M.: Sí,
había que salir de allí, con el bagaje cultural a tomar por culo
¡Ah, pero esta canción es muy bonita! ¡Sí, pero así ya no, con
un puto caldero, ya no! Vamos a meter una guitarra, unas vocecitas…
¿Qué hicimos? sacar las esencias del pequeño frasco y meterlas en
un cubo grandote, así se pierden las esencias. Eso fue lo que
hicieron antes la Sección Femenina y Educación y Descanso: A Nueva
York a lucir los trajes folclóricos y como son hasta aquí, los
cortaron porque no se veían los pies a la charra.
Carmen Borrego:
Anda que no habré bailado yo…
E.M.: El
baile con una mujer es el protocolo del amor humano, la pareja se
cruzaba para hablar muy rápido porque estaban vigilando, ¿Dónde
vas a llevar la comida a tu padre? Pili, mañana en la fuente… Era
el rito de apareamiento. Si perdemos el rito perdemos la
espiritualidad, ¿Cómo no va a estar España vaciada si hemos
perdido la espiritualidad? Y el rito. Olvidamos todo esto, estamos
pagando la prisa en la educación, en el olvido de los ritos. Mirad,
ya no hay tiempo para nada, tenemos que ganar dinero para comprar
cosas para después tirarlas al día siguiente.
Carmen Borrego:
Eusebio, regálame una sonrisa, anda.
E.M.: Tengo
yo una sonrisa lateral… yo me río para adentro. Eso sí, como con
Gabriel Velázquez, no me hagas repetirla. Una sola toma. Enmudece el
atardecer de Aldeatejada, tapiz de esparto en la fotografía épica
de la película “Zaniki”. Paisaje helado de la tierra de labor,
barbecho del corazón, canción recuperada. Árbol bien plantado,
resuena aún la voz de la tradición sobre la cabeza cubierta de
Eusebio Mayalde. Huele a leña, a barro y a frío. Y queda el eco de
lo eterno, sólido, inmutable, guardado no solo en la vieja cassette
del folclorista avezado, sino en la memoria del corazón. Campo,
campo, campo…